jueves, 19 de agosto de 2010

Raymond Kopazewski: La gran estrella francesa


Nadie podía imaginar que aquel pequeño minero pudiese trasformarse en uno de los mejores jugadores franceses de toda la historia. Sólo lo sabía él y eso le alcanzaba para comenzar la práctica del fútbol.
Al dejar de buscar carbón, Raymond Kopazewski se abocó a disfrutar en las canchas del pueblo y pronto se convirtió en uno de los juveniles con mayor porvenir en toda Francia.
Su carrera deportiva comenzó a los 17 años de edad, cuando su talento deslumbró al Angers. En ese equipo jugó tan solo dos temporadas para luego pasar a formar parte del Reims, club que lo proyectaría en toda su dimensión.

Jugaba de centrodelantero, pero era capaz de hacerlo en cualquier posición ofensiva. Manejaba los dos perfiles, corría a una gran velocidad  y era poseedor del más fino manejo de la pelota. A su físico pequeño (1, 62 cm y 63 kilos) lo reemplazó con un talento deslumbrante y una notable habilidad goleadora.
Reunía todas las cualidades necesarias para ser uno de los grandes jugadores de todas las épocas.
Con tan sólo 19 años, su carrera comenzó a emerger de manera sorpresiva. Ese niño que tan bien jugaba en los potreros, en poco tiempo se había convertido en el centro de las miradas. Entre esas tantas, se encontraba la del entrenador del Seleccionado Francés, quién no dudo en convocarlo y entregarle la capitanía. Capaz de soportar tanta responsabilidad, Kopa comenzó a jugar cada vez mejor.
Uno de sus primeros partidos en la Selección fue contra España ante 120 mil espectadores. Era el momento clave para reivindicar todo lo bueno que había echo vistiendo la camiseta del Reims.
Caían por 1 a 0 en un monólogo del elenco rival y de esta manera sumaban su novena derrota consecutiva. Las miradas de sus hinchas lo seguían esperanzados en poder dar vuelta la historia. Kopa era la gran salvación de un equipo que, desde hace tiempo, no encontraba el rumbo futbolístico.
Como todo gran jugador, apareció en el momento más difícil anotando el tanto del empate y dándole ánimo a sus compañeros para remontar el resultado, algo que finalmente terminó sucediendo.
Sorprendía a todos en el estadio y afianzaba aún más su condición de crack. El joven experimentado sería, al poco tiempo, la gran joya del mercado europeo, a tal punto que el mejor equipo de Europa intervendría para contratarlo. Kopa fue quién obligó, de alguna manera, a Alfredo Di Stéfano a nacionalizarse español para no ocupar cupo de extranjero y de esta manera permitir que el delantero francés se aliste a las filas del Real Madrid.
En el equipo español compartió vestuario con grandes estrellas del momento. El húngaro Puskas y el mismísimo Alfredo Di Stéfano resaltaban en uno de los planteles más exitosos de la historia.
Vistiendo la casaca blanca alcanzaría la cúspide deportiva con la obtención de tres Copas de Campeones, dos torneos locales y la adjudicación del balón de oro en 1958.
El mundo del fútbol hablaba de él. Su influencia dentro del campo fue vital para la consagración del equipo merengue. Era tan espectacular su estilo de juego que todos los amantes del buen fútbol reclamaban su presencia en cada partido.
Pero el destino decidió que Kopa debía regresar a Francia para jugar nuevamente en el Reims. Sin reproches y ante una monumental recibida, el hábil delantero culminó su carrera deportiva en el equipo que lo llevó a ser, para muchos, el mejor futbolista francés.
Muchos aseguran que se marchó del Real Madrid porque no soportó ser suplente de Di Stéfano, otros, un poco más románticos, afirman que regresó a Francia por amor a la camiseta roja y blanca, esa que tan bien supo vestir en sus inicios. 

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